Personajes Obscuros I


He estado pensando en algunos personajes obscuros que existen en el mundo. Me refiero a esos empresarios o políticos neo-liberales, o mejor dicho, a los de la peor especie: los políticos empresarios neo-liberales.

Pero no los confundo con gente que se alejó de su comportamiento emprendedor y que justifica políticamente su acción empresarial neo-liberal o desde una perspectiva ligeramente distinta, gente que bajo su visión neo-liberal encuentra políticamente justificable cualquier comportamiento empresarial.

Para mi los personajes obscuros u oscuros personajes son aquellos que de vez en cuando demuestran tener una agenda oculta, una voluntad que va más allá de su propio ser y que parece provenir del seno de una cofradía, una hermandad. Suelen ser herméticos pero algunos de ellos se exponen al introducir algunas de sus ideas entre nosotros. Lo hacen utilizando toda una industria mediática que los endiosa, los protege. Su agenda oculta es entonces ligeramente más evidente pues suele involucrarnos a todos en sus propuestas.

Uno de éstos personajes obscuros genera en mi gran desprecio: el ex-presidente español José María Aznar. Este personaje tiene la particularidad de evidenciar su bajo rango de manera recurrente con actitudes complacientes para con otros de su misma calaña, pero de superior destino en la cofradía. De allí mi desprecio.

Lo último que supe de él provino de su inquietante artículo "PERCHÉ ISRAELE VA DIFESO" publicado, este pasado 23 de Enero, por Il Menssaggero, en el que Aznar expone, de la manera más destemplada, algunas de las ideas del siniestro grupo de personajes obscuros para el que trabaja. Estas son un puñado de ellas:

“Il mio buon amico Bibi Netanyahu ha lanciato un’iniziativa che merita di essere presa in considerazione: accusare il presidente iraniano di incitamento al genocidio. Non è uno scherzo. E’ imprescindibile che i leader e gli ayatollah iraniani sappiano che si devono rispettare certe regole e che, in caso contrario, se ne debbano subire le conseguenze.”

“Mi buen amigo Bibi -Benjamin- Netanyahu ha lanzado una iniciativa que merece tomarse en cuenta: acusar al presidente iraní de incitación al genocidio. No es una broma. Es imprescindible que los líderes y los ayatolás iraníes sepan que tienen que respetar las reglas y que en caso contrario asuman las consecuencias.”

“Dobbiamo renderci conto che invocare la distruzione d’Israele non deve restare impunito.”

“Debemos darnos cuenta de que invocar la destrucción de Israel no debe quedar impune.”

“Cosa potranno pensare del nostro silenzio i nemici d’Israele? Una sola cosa, cioè che Israele è oggi più solo che mai e di conseguenza più debole.”

“¿Qué podrán pensar de nuestro silencio los enemigos de Israel? Sólo una cosa, es decir, que Israel está hoy más solo que nunca y como consecuencia más débil.”

“Ad ogni nostro segno di debolezza, gli avversari diventano più forti.”

“Cada vez que damos muestras de debilidad, nuestros enemigos se hacen más fuertes.”

“Abbandonare Israele alla propria sorte equivarrebbe a chiudere gli occhi davanti ai vincoli morali, politici, economici, culturali, storici e strategici che ci uniscono.”

“Abandonar a Israel a su suerte equivaldría a cerrar los ojos ante los vínculos morales, políticos, económicos, culturales, históricos y estratégicos que nos unen.”

¿Cómo se supone que debemos leer estas ideas? El sujeto esta desconociendo los vínculos que España y parte de Europa tienen también con los pueblos del Medio Oriente y está justificando un ataque preventivo a Irán para “demostrar” que Israel es la frontera del Mundo Occidental en la región y que no está sólo, que por el contrario, sus enemigos son los enemigos de Europa y del Mundo Occidental. ¿Está hablando Aznar como el político? ¿Lo estará haciendo como el emprendedor occidental neo-liberal, presidente de la Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales - FAES? ¿O estará representando a la secta imperial, obscuro grupo, del cual él es sólo un secuaz de bajo rango?


Algunas veces, la obscuridad que les rodea, trae a mi mente la extraña referencia de que para algunos pueblos africanos lo obscuro es sinónimo algo bueno y el exceso de luz -y el color blanco- es apreciada como la presencia de lo maligno. ¡Que diferencia increíble! Un concepto diametralmente opuesto al de nuestra cultura blanca occidental imperial. Por un momento entonces, mi mente divaga hacia otros asuntos y me olvido un rato de los obscuros personajes. Lamentablemente su agenda es indeleble.

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¿Por qué socialismo?


¿Por qué socialismo?
by Albert Einstein
en Monthly Review, Nueva York, Mayo de 1949.

¿Debe quién no es un experto en cuestiones económicas y sociales opinar sobre el socialismo? Por una serie de razones creo que si.

Permítasenos primero considerar la cuestión desde el punto de vista del conocimiento científico. Puede parecer que no hay diferencias metodológicas esenciales entre la astronomía y la economía: los científicos en ambos campos procuran descubrir leyes de aceptabilidad general para un grupo circunscrito de fenómenos para hacer la interconexión de estos fenómenos tan claramente comprensible como sea posible. Pero en realidad estas diferencias metodológicas existen. El descubrimiento de leyes generales en el campo de la economía es difícil por que la observación de fenómenos económicos es afectada a menudo por muchos factores que son difícilmente evaluables por separado. Además, la experiencia que se ha acumulado desde el principio del llamado período civilizado de la historia humana --como es bien sabido-- ha sido influida y limitada en gran parte por causas que no son de ninguna manera exclusivamente económicas en su origen. Por ejemplo, la mayoría de los grandes estados de la historia debieron su existencia a la conquista. Los pueblos conquistadores se establecieron, legal y económicamente, como la clase privilegiada del país conquistado. Se aseguraron para sí mismos el monopolio de la propiedad de la tierra y designaron un sacerdocio de entre sus propias filas. Los sacerdotes, con el control de la educación, hicieron de la división de la sociedad en clases una institución permanente y crearon un sistema de valores por el cual la gente estaba a partir de entonces, en gran medida de forma inconsciente, dirigida en su comportamiento social.

Pero la tradición histórica es, como se dice, de ayer; en ninguna parte hemos superado realmente lo que Thorstein Veblen llamó "la fase depredadora" del desarrollo humano. Los hechos económicos observables pertenecen a esa fase e incluso las leyes que podemos derivar de ellos no son aplicables a otras fases. Puesto que el verdadero propósito del socialismo es precisamente superar y avanzar más allá de la fase depredadora del desarrollo humano, la ciencia económica en su estado actual puede arrojar poca luz sobre la sociedad socialista del futuro.

En segundo lugar, el socialismo está guiado hacia un fin ético-social. La ciencia, sin embargo, no puede establecer fines e, incluso menos, inculcarlos en los seres humanos; la ciencia puede proveer los medios con los que lograr ciertos fines. Pero los fines por si mismos son concebidos por personas con altos ideales éticos y --si estos fines no son endebles, sino vitales y vigorosos-- son adoptados y llevados adelante por muchos seres humanos quienes, de forma semi-inconsciente, determinan la evolución lenta de la sociedad.

Por estas razones, no debemos sobrestimar la ciencia y los métodos científicos cuando se trata de problemas humanos; y no debemos asumir que los expertos son los únicos que tienen derecho a expresarse en las cuestiones que afectan a la organización de la sociedad. Muchas voces han afirmado desde hace tiempo que la sociedad humana está pasando por una crisis, que su estabilidad ha sido gravemente dañada. Es característico de tal situación que los individuos se sienten indiferentes o incluso hostiles hacia el grupo, pequeño o grande, al que pertenecen. Como ilustración, déjenme recordar aquí una experiencia personal. Discutí recientemente con un hombre inteligente y bien dispuesto la amenaza de otra guerra, que en mi opinión pondría en peligro seriamente la existencia de la humanidad, y subrayé que solamente una organización supranacional ofrecería protección frente a ese peligro. Frente a eso mi visitante, muy calmado y tranquilo, me dijo: "¿porqué se opone usted tan profundamente a la desaparición de la raza humana?"

Estoy seguro que hace tan sólo un siglo nadie habría hecho tan ligeramente una declaración de esta clase. Es la declaración de un hombre que se ha esforzado inútilmente en lograr un equilibrio interior y que tiene más o menos perdida la esperanza de conseguirlo. Es la expresión de la soledad dolorosa y del aislamiento que mucha gente está sufriendo en la actualidad. ¿Cuál es la causa? ¿Hay una salida?

Es fácil plantear estas preguntas, pero difícil contestarlas con seguridad. Debo intentarlo, sin embargo, lo mejor que pueda, aunque soy muy consciente del hecho de que nuestros sentimientos y esfuerzos son a menudo contradictorios y obscuros y que no pueden expresarse en fórmulas fáciles y simples.

El hombre es, a la vez, un ser solitario y un ser social. Como ser solitario, procura proteger su propia existencia y la de los que estén más cercanos a él, para satisfacer sus deseos personales, y para desarrollar sus capacidades naturales. Como ser social, intenta ganar el reconocimiento y el afecto de sus compañeros humanos, para compartir sus placeres, para confortarlos en sus dolores, y para mejorar sus condiciones de vida. Solamente la existencia de éstos diferentes, y frecuentemente contradictorios objetivos por el carácter especial del hombre, y su combinación específica determina el grado con el cual un individuo puede alcanzar un equilibrio interno y puede contribuir al bienestar de la sociedad. Es muy posible que la fuerza relativa de estas dos pulsiones esté, en lo fundamental, fijada hereditariamente. Pero la personalidad que finalmente emerge está determinada en gran parte por el ambiente en el cual un hombre se encuentra durante su desarrollo, por la estructura de la sociedad en la que crece, por la tradición de esa sociedad, y por su valoración de los tipos particulares de comportamiento. El concepto abstracto "sociedad" significa para el ser humano individual la suma total de sus relaciones directas e indirectas con sus contemporáneos y con todas las personas de generaciones anteriores. El individuo puede pensar, sentirse, esforzarse, y trabajar por si mismo; pero él depende tanto de la sociedad -en su existencia física, intelectual, y emocional- que es imposible concebirlo, o entenderlo, fuera del marco de la sociedad. Es la "sociedad" la que provee al hombre de alimento, hogar, herramientas de trabajo, lenguaje, formas de pensamiento, y la mayoría del contenido de su pensamiento; su vida es posible por el trabajo y las realizaciones de los muchos millones en el pasado y en el presente que se ocultan detrás de la pequeña palabra "sociedad".

Es evidente, por lo tanto, que la dependencia del individuo de la sociedad es un hecho que no puede ser suprimido -- exactamente como en el caso de las hormigas y de las abejas. Sin embargo, mientras que la vida de las hormigas y de las abejas está fijada con rigidez en el más pequeño detalle, los instintos hereditarios, el patrón social y las correlaciones de los seres humanos son muy susceptibles de cambio. La memoria, la capacidad de hacer combinaciones, el regalo de la comunicación oral ha hecho posible progresos entre los seres humanos que son dictados por necesidades biológicas. Tales progresos se manifiestan en tradiciones, instituciones, y organizaciones; en la literatura; en las realizaciones científicas e ingenieriles; en las obras de arte. Esto explica que, en cierto sentido, el hombre puede influir en su vida y que puede jugar un papel en este proceso el pensamiento consciente y los deseos.

El hombre adquiere en el nacimiento, de forma hereditaria, una constitución biológica que debemos considerar fija e inalterable, incluyendo los impulsos naturales que son característicos de la especie humana. Además, durante su vida, adquiere una constitución cultural que adopta de la sociedad con la comunicación y a través de muchas otras clases de influencia. Es esta constitución cultural la que, con el paso del tiempo, puede cambiar y la que determina en un grado muy importante la relación entre el individuo y la sociedad como la antropología moderna nos ha enseñado, con la investigación comparativa de las llamadas culturas primitivas, que el comportamiento social de seres humanos puede diferenciar grandemente, dependiendo de patrones culturales que prevalecen y de los tipos de organización que predominan en la sociedad. Es en esto en lo que los que se están esforzando en mejorar la suerte del hombre pueden basar sus esperanzas: los seres humanos no están condenados, por su constitución biológica, a aniquilarse o a estar a la merced de un destino cruel, infligido por ellos mismos.

Si nos preguntamos cómo la estructura de la sociedad y de la actitud cultural del hombre deben ser cambiadas para hacer la vida humana tan satisfactoria como sea posible, debemos ser constantemente conscientes del hecho de que hay ciertas condiciones que no podemos modificar. Como mencioné antes, la naturaleza biológica del hombre es, para todos los efectos prácticos, inmodificable. Además, los progresos tecnológicos y demográficos de los últimos siglos han creado condiciones que están aquí para quedarse. En poblaciones relativamente densas asentadas con bienes que son imprescindibles para su existencia continuada, una división del trabajo extrema y un aparato altamente productivo son absolutamente necesarios. Los tiempos -- que, mirando hacia atrás, parecen tan idílicos -- en los que individuos o grupos relativamente pequeños podían ser totalmente autosuficientes se han ido para siempre. Es sólo una leve exageración decir que la humanidad ahora constituye incluso una comunidad planetaria de producción y consumo.

Ahora he alcanzado el punto donde puedo indicar brevemente lo que para mí constituye la esencia de la crisis de nuestro tiempo. Se refiere a la relación del individuo con la sociedad. El individuo es más consciente que nunca de su dependencia de sociedad. Pero él no ve la dependencia como un hecho positivo, como un lazo orgánico, como una fuerza protectora, sino como algo que amenaza sus derechos naturales, o incluso su existencia económica. Por otra parte, su posición en la sociedad es tal que sus pulsiones egoístas se están acentuando constantemente, mientras que sus pulsiones sociales, que son por naturaleza más débiles, se deterioran progresivamente. Todos los seres humanos, cualquiera que sea su posición en la sociedad, están sufriendo este proceso de deterioro. Los presos a sabiendas de su propio egoísmo, se sienten inseguros, solos, y privados del disfrute ingenuo, simple, y sencillo de la vida. El hombre sólo puede encontrar sentido a su vida, corta y arriesgada como es, dedicándose a la sociedad.

La anarquía económica de la sociedad capitalista tal como existe hoy es, en mi opinión, la verdadera fuente del mal. Vemos ante nosotros a una comunidad enorme de productores que se están esforzando incesantemente privándose de los frutos de su trabajo colectivo -- no por la fuerza, sino en general en conformidad fiel con reglas legalmente establecidas. A este respecto, es importante señalar que los medios de producción --es decir, la capacidad productiva entera que es necesaria para producir bienes de consumo tanto como capital adicional-- puede legalmente ser, y en su mayor parte es, propiedad privada de particulares.

En aras de la simplicidad, en la discusión que sigue llamaré "trabajadores" a todos los que no compartan la propiedad de los medios de producción -- aunque esto no corresponda al uso habitual del término. Los propietarios de los medios de producción están en posición de comprar la fuerza de trabajo del trabajador. Usando los medios de producción, el trabajador produce nuevos bienes que se convierten en propiedad del capitalista. El punto esencial en este proceso es la relación entre lo que produce el trabajador y lo que le es pagado, ambos medidos en valor real. En cuanto que el contrato de trabajo es "libre", lo que el trabajador recibe está determinado no por el valor real de los bienes que produce, sino por sus necesidades mínimas y por la demanda de los capitalistas de fuerza de trabajo en relación con el número de trabajadores compitiendo por trabajar. Es importante entender que incluso en teoría el salario del trabajador no está determinado por el valor de su producto.

El capital privado tiende a concentrarse en pocas manos, en parte debido a la competencia entre los capitalistas, y en parte porque el desarrollo tecnológico y el aumento de la división del trabajo animan la formación de unidades de producción más grandes a expensas de las más pequeñas. El resultado de este proceso es una oligarquía del capital privado cuyo enorme poder no se puede controlar con eficacia incluso en una sociedad organizada políticamente de forma democrática. Esto es así porque los miembros de los cuerpos legislativos son seleccionados por los partidos políticos, financiados en gran parte o influidos de otra manera por los capitalistas privados quienes, para todos los propósitos prácticos, separan al electorado de la legislatura. La consecuencia es que los representantes del pueblo de hecho no protegen suficientemente los intereses de los grupos no privilegiados de la población. Por otra parte, bajo las condiciones existentes, los capitalistas privados inevitablemente controlan, directamente o indirectamente, las fuentes principales de información (prensa, radio, educación). Es así extremadamente difícil, y de hecho en la mayoría de los casos absolutamente imposible, para el ciudadano individual obtener conclusiones objetivas y hacer un uso inteligente de sus derechos políticos.

La situación que prevalece en una economía basada en la propiedad privada del capital está así caracterizada en lo principal: primero, los medios de la producción (capital) son poseídos de forma privada y los propietarios disponen de ellos como lo consideran oportuno; en segundo lugar, el contrato de trabajo es libre. Por supuesto, no existe una sociedad capitalista pura en este sentido. En particular, debe notarse que los trabajadores, a través de luchas políticas largas y amargas, han tenido éxito en asegurar una forma algo mejorada de "contrato de trabajo libre" para ciertas categorías de trabajadores. Pero tomada en su conjunto, la economía actual no se diferencia mucho de capitalismo "puro". La producción está orientada hacia el beneficio, no hacia el uso. No está garantizado que todos los que tienen capacidad y quieran trabajar puedan encontrar empleo; existe casi siempre un "ejército de parados". El trabajador está constantemente atemorizado con perder su trabajo. Desde que parados y trabajadores mal pagados no proporcionan un mercado rentable, la producción de los bienes de consumo está restringida, y la consecuencia es una gran privación. El progreso tecnológico produce con frecuencia más desempleo en vez de facilitar la carga del trabajo para todos. La motivación del beneficio, conjuntamente con la competencia entre capitalistas, es responsable de una inestabilidad en la acumulación y en la utilización del capital que conduce a depresiones cada vez más severas. La competencia ilimitada conduce a un desperdicio enorme de trabajo, y a ése amputar la conciencia social de los individuos que mencioné antes.

Considero esta mutilación de los individuos el peor mal del capitalismo. Nuestro sistema educativo entero sufre de este mal. Se inculca una actitud competitiva exagerada al estudiante, que es entrenado para adorar el éxito codicioso como preparación para su carrera futura.

Estoy convencido de que hay solamente un camino para eliminar estos graves males, el establecimiento de una economía socialista, acompañado por un sistema educativo orientado hacia metas sociales. En una economía así, los medios de producción son poseídos por la sociedad y utilizados de una forma planificada. Una economía planificada que ajuste la producción a las necesidades de la comunidad, distribuiría el trabajo a realizar entre todos los capacitados para trabajar y garantizaría un sustento a cada hombre, mujer, y niño. La educación del individuo, además de promover sus propias capacidades naturales, procuraría desarrollar en él un sentido de la responsabilidad para sus compañeros-hombres en lugar de la glorificación del poder y del éxito que se da en nuestra sociedad actual.

Sin embargo, es necesario recordar que una economía planificada no es todavía socialismo. Una economía planificada puede estar acompañada de la completa esclavitud del individuo. La realización del socialismo requiere solucionar algunos problemas sociopolíticos extremadamente difíciles: ¿cómo es posible, con una centralización de gran envergadura del poder político y económico, evitar que la burocracia llegue a ser todopoderosa y arrogante? ¿Cómo pueden estar protegidos los derechos del individuo y cómo asegurar un contrapeso democrático al poder de la burocracia?


Why Socialism?
by Albert Einstein
Monthly Review, New York, May 1949.

Is it advisable for one who is not an expert on economic and social issues to express views on the subject of socialism? I believe for a number of reasons that it is.

Let us first consider the question from the point of view of scientific knowledge. It might appear that there are no essential methodological differences between astronomy and economics: scientists in both fields attempt to discover laws of general acceptability for a circumscribed group of phenomena in order to make the interconnection of these phenomena as clearly understandable as possible. But in reality such methodological differences do exist. The discovery of general laws in the field of economics is made difficult by the circumstance that observed economic phenomena are often affected by many factors which are very hard to evaluate separately. In addition, the experience which has accumulated since the beginning of the so-called civilized period of human history has—as is well known—been largely influenced and limited by causes which are by no means exclusively economic in nature. For example, most of the major states of history owed their existence to conquest. The conquering peoples established themselves, legally and economically, as the privileged class of the conquered country. They seized for themselves a monopoly of the land ownership and appointed a priesthood from among their own ranks. The priests, in control of education, made the class division of society into a permanent institution and created a system of values by which the people were thenceforth, to a large extent unconsciously, guided in their social behavior.

But historic tradition is, so to speak, of yesterday; nowhere have we really overcome what Thorstein Veblen called "the predatory phase" of human development. The observable economic facts belong to that phase and even such laws as we can derive from them are not applicable to other phases. Since the real purpose of socialism is precisely to overcome and advance beyond the predatory phase of human development, economic science in its present state can throw little light on the socialist society of the future.

Second, socialism is directed towards a social-ethical end. Science, however, cannot create ends and, even less, instill them in human beings; science, at most, can supply the means by which to attain certain ends. But the ends themselves are conceived by personalities with lofty ethical ideals and—if these ends are not stillborn, but vital and vigorous—are adopted and carried forward by those many human beings who, half unconsciously, determine the slow evolution of society.

For these reasons, we should be on our guard not to overestimate science and scientific methods when it is a question of human problems; and we should not assume that experts are the only ones who have a right to express themselves on questions affecting the organization of society.

Innumerable voices have been asserting for some time now that human society is passing through a crisis, that its stability has been gravely shattered. It is characteristic of such a situation that individuals feel indifferent or even hostile toward the group, small or large, to which they belong. In order to illustrate my meaning, let me record here a personal experience. I recently discussed with an intelligent and well-disposed man the threat of another war, which in my opinion would seriously endanger the existence of mankind, and I remarked that only a supra-national organization would offer protection from that danger. Thereupon my visitor, very calmly and coolly, said to me: "Why are you so deeply opposed to the disappearance of the human race?"

I am sure that as little as a century ago no one would have so lightly made a statement of this kind. It is the statement of a man who has striven in vain to attain an equilibrium within himself and has more or less lost hope of succeeding. It is the expression of a painful solitude and isolation from which so many people are suffering in these days. What is the cause? Is there a way out?

It is easy to raise such questions, but difficult to answer them with any degree of assurance. I must try, however, as best I can, although I am very conscious of the fact that our feelings and strivings are often contradictory and obscure and that they cannot be expressed in easy and simple formulas.

Man is, at one and the same time, a solitary being and a social being. As a solitary being, he attempts to protect his own existence and that of those who are closest to him, to satisfy his personal desires, and to develop his innate abilities. As a social being, he seeks to gain the recognition and affection of his fellow human beings, to share in their pleasures, to comfort them in their sorrows, and to improve their conditions of life. Only the existence of these varied, frequently conflicting, strivings accounts for the special character of a man, and their specific combination determines the extent to which an individual can achieve an inner equilibrium and can contribute to the well-being of society. It is quite possible that the relative strength of these two drives is, in the main, fixed by inheritance. But the personality that finally emerges is largely formed by the environment in which a man happens to find himself during his development, by the structure of the society in which he grows up, by the tradition of that society, and by its appraisal of particular types of behavior. The abstract concept "society" means to the individual human being the sum total of his direct and indirect relations to his contemporaries and to all the people of earlier generations. The individual is able to think, feel, strive, and work by himself; but he depends so much upon society—in his physical, intellectual, and emotional existence—that it is impossible to think of him, or to understand him, outside the framework of society. It is "society" which provides man with food, clothing, a home, the tools of work, language, the forms of thought, and most of the content of thought; his life is made possible through the labor and the accomplishments of the many millions past and present who are all hidden behind the small word “society.”

It is evident, therefore, that the dependence of the individual upon society is a fact of nature which cannot be abolished—just as in the case of ants and bees. However, while the whole life process of ants and bees is fixed down to the smallest detail by rigid, hereditary instincts, the social pattern and interrelationships of human beings are very variable and susceptible to change. Memory, the capacity to make new combinations, the gift of oral communication have made possible developments among human being which are not dictated by biological necessities. Such developments manifest themselves in traditions, institutions, and organizations; in literature; in scientific and engineering accomplishments; in works of art. This explains how it happens that, in a certain sense, man can influence his life through his own conduct, and that in this process conscious thinking and wanting can play a part.

Man acquires at birth, through heredity, a biological constitution which we must consider fixed and unalterable, including the natural urges which are characteristic of the human species. In addition, during his lifetime, he acquires a cultural constitution which he adopts from society through communication and through many other types of influences. It is this cultural constitution which, with the passage of time, is subject to change and which determines to a very large extent the relationship between the individual and society. Modern anthropology has taught us, through comparative investigation of so-called primitive cultures, that the social behavior of human beings may differ greatly, depending upon prevailing cultural patterns and the types of organization which predominate in society. It is on this that those who are striving to improve the lot of man may ground their hopes: human beings are not condemned, because of their biological constitution, to annihilate each other or to be at the mercy of a cruel, self-inflicted fate.

If we ask ourselves how the structure of society and the cultural attitude of man should be changed in order to make human life as satisfying as possible, we should constantly be conscious of the fact that there are certain conditions which we are unable to modify. As mentioned before, the biological nature of man is, for all practical purposes, not subject to change. Furthermore, technological and demographic developments of the last few centuries have created conditions which are here to stay. In relatively densely settled populations with the goods which are indispensable to their continued existence, an extreme division of labor and a highly-centralized productive apparatus are absolutely necessary. The time—which, looking back, seems so idyllic—is gone forever when individuals or relatively small groups could be completely self-sufficient. It is only a slight exaggeration to say that mankind constitutes even now a planetary community of production and consumption.

I have now reached the point where I may indicate briefly what to me constitutes the essence of the crisis of our time. It concerns the relationship of the individual to society. The individual has become more conscious than ever of his dependence upon society. But he does not experience this dependence as a positive asset, as an organic tie, as a protective force, but rather as a threat to his natural rights, or even to his economic existence. Moreover, his position in society is such that the egotistical drives of his make-up are constantly being accentuated, while his social drives, which are by nature weaker, progressively deteriorate. All human beings, whatever their position in society, are suffering from this process of deterioration. Unknowingly prisoners of their own egotism, they feel insecure, lonely, and deprived of the naive, simple, and unsophisticated enjoyment of life. Man can find meaning in life, short and perilous as it is, only through devoting himself to society.

The economic anarchy of capitalist society as it exists today is, in my opinion, the real source of the evil. We see before us a huge community of producers the members of which are unceasingly striving to deprive each other of the fruits of their collective labor—not by force, but on the whole in faithful compliance with legally established rules. In this respect, it is important to realize that the means of production—that is to say, the entire productive capacity that is needed for producing consumer goods as well as additional capital goods—may legally be, and for the most part are, the private property of individuals.

For the sake of simplicity, in the discussion that follows I shall call “workers” all those who do not share in the ownership of the means of production—although this does not quite correspond to the customary use of the term. The owner of the means of production is in a position to purchase the labor power of the worker. By using the means of production, the worker produces new goods which become the property of the capitalist. The essential point about this process is the relation between what the worker produces and what he is paid, both measured in terms of real value. Insofar as the labor contract is “free,” what the worker receives is determined not by the real value of the goods he produces, but by his minimum needs and by the capitalists' requirements for labor power in relation to the number of workers competing for jobs. It is important to understand that even in theory the payment of the worker is not determined by the value of his product.

Private capital tends to become concentrated in few hands, partly because of competition among the capitalists, and partly because technological development and the increasing division of labor encourage the formation of larger units of production at the expense of smaller ones. The result of these developments is an oligarchy of private capital the enormous power of which cannot be effectively checked even by a democratically organized political society. This is true since the members of legislative bodies are selected by political parties, largely financed or otherwise influenced by private capitalists who, for all practical purposes, separate the electorate from the legislature. The consequence is that the representatives of the people do not in fact sufficiently protect the interests of the underprivileged sections of the population. Moreover, under existing conditions, private capitalists inevitably control, directly or indirectly, the main sources of information (press, radio, education). It is thus extremely difficult, and indeed in most cases quite impossible, for the individual citizen to come to objective conclusions and to make intelligent use of his political rights.

The situation prevailing in an economy based on the private ownership of capital is thus characterized by two main principles: first, means of production (capital) are privately owned and the owners dispose of them as they see fit; second, the labor contract is free. Of course, there is no such thing as a pure capitalist society in this sense. In particular, it should be noted that the workers, through long and bitter political struggles, have succeeded in securing a somewhat improved form of the “free labor contract” for certain categories of workers. But taken as a whole, the present day economy does not differ much from “pure” capitalism.

Production is carried on for profit, not for use. There is no provision that all those able and willing to work will always be in a position to find employment; an “army of unemployed” almost always exists. The worker is constantly in fear of losing his job. Since unemployed and poorly paid workers do not provide a profitable market, the production of consumers' goods is restricted, and great hardship is the consequence. Technological progress frequently results in more unemployment rather than in an easing of the burden of work for all. The profit motive, in conjunction with competition among capitalists, is responsible for an instability in the accumulation and utilization of capital which leads to increasingly severe depressions. Unlimited competition leads to a huge waste of labor, and to that crippling of the social consciousness of individuals which I mentioned before.

This crippling of individuals I consider the worst evil of capitalism. Our whole educational system suffers from this evil. An exaggerated competitive attitude is inculcated into the student, who is trained to worship acquisitive success as a preparation for his future career.

I am convinced there is only one way to eliminate these grave evils, namely through the establishment of a socialist economy, accompanied by an educational system which would be oriented toward social goals. In such an economy, the means of production are owned by society itself and are utilized in a planned fashion. A planned economy, which adjusts production to the needs of the community, would distribute the work to be done among all those able to work and would guarantee a livelihood to every man, woman, and child. The education of the individual, in addition to promoting his own innate abilities, would attempt to develop in him a sense of responsibility for his fellow men in place of the glorification of power and success in our present society.

Nevertheless, it is necessary to remember that a planned economy is not yet socialism. A planned economy as such may be accompanied by the complete enslavement of the individual. The achievement of socialism requires the solution of some extremely difficult socio-political problems: how is it possible, in view of the far-reaching centralization of political and economic power, to prevent bureaucracy from becoming all-powerful and overweening? How can the rights of the individual be protected and therewith a democratic counterweight to the power of bureaucracy be assured?

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Lo necesario y lo fútil.


Una discusión fútil es la que se ha producido a sólo unos pocos días del anuncio del vencimiento de una concesión de uso del espectro radio eléctrico a un grupo oligárquico en aquí en Venezuela.

Los habituales dimes y diretes entre representantes de gobierno y personajes vinculados -y algunos pagados- a una rancia oligarquía que se niega a ceder sus antiguas cuotas de poder, seguramente seguirán llenando los titulares durante todo el primer trimestre de 2007.


Lo triste es que se trata de una situación bastante clara en la que una empresa privada pretende que el Presidente de un país le otorgue una nueva licencia de explotación en el espectro radioeléctrico después de haber conspirado durante años para fomentar su remoción del cargo. Obviamente una nueva concesión sería algo absurdo.

Y todo esto ocurre mientras la élite de un tercio de la humanidad se embutía en el rito mercantil de esta época del año: La Navidad.

Desde luego, independientemente de los pesares que cada uno de nosotros podamos cargar, compartimos buenos momentos con nuestras personas más queridas.

Pero pasadas esas horas, algunos pocos, nos obligamos a correr el velo que empaña la realidad e intentamos ver un mundo más amplio. La realidad del mundo sigue allí y las élites que gobiernan el planeta continúan conspirando, construyendo para la mayoría en el mundo una realidad más cruel, más dependiente, más caótica. Divide y vencerás. Confunde y reinarás.

Hoy, se hace necesario que, nuestros países enfrenten el reto de unirse en Bloque autonómico, soberano, orgulloso, capaz, leal y solidario, ejemplar, consciente. Este reto se resume en sobrevivir e imponer un estilo de vida mientras nos esforzamos en no ser devorados por un águila rapaz, imperial, rápida, poderosa, manipuladora, cegadora.

Luego, detrás del titular desinformante, la escondida nota de prensa, camuflada de libertad de prensa, de información veraz y oportuna, resalta cual titular a dos páginas:
ONU en Haití: carros blindados atacan a hombres, mujeres y niños en Cité Soleil.
Por: Haití Action Committee - 31/12/06

En la madrugada del viernes 22 de diciembre, desde aproximadamente las 3 de la mañana, 400 soldados de las fuerzas de ocupación de la ONU, dirigidas por brasileños, con vehículos blindados, realizaron un masivo ataque contra la población de Cité Soleil, sitiando una vez más a esa comunidad empobrecida.

Testigos presenciales informan que una ola de disparos indiscriminados con armas pesadas comenzó aproximadamente a las 5 de la mañana y continuó durante gran parte del día viernes – una operación de la misma escala que la masacre de la ONU en Cité Soleil del 6 de julio de 2005. Se informa que se escuchaban las detonaciones a kilómetros de distancia.


Los primeros informes periodísticos hablaban de por lo menos 40 víctimas, todas civiles. Según testimonios de la comunidad, las fuerzas de la ONU en helicópteros dispararon contra las casas mientras otros soldados atacaban desde tierra con transportes blindados de tropas. La gente murió en sus casas. Soldados de la ONU de Brasil, Chile, Uruguay y Bolivia participaron en el sitio de todo el día, con el respaldo de policías haitianos. Los soldados de la ONU tuvieron nuevamente como objetivos los barrios Bois Neuf y Drouillard de Cité Soleil – escena de la masacre del 6 de julio.

Mientras los informes siguen llegando, lo que se sabe por el momento es que:

Un fotógrafo de Reuters “contó 9 cuerpos, y testigos presenciales contaron 4 más. Hasta 40 personas fueron heridas, dijeron trabajadores humanitarios. Se cree que todas las víctimas son civiles.”

Un observador de derechos humanos haitiano contó por lo menos 17 cadáveres. Este testigo también informó que:

– una mujer, embarazada de 6 meses recibió tiros en el estómago, matando a su hijo aún no nacido.

– un hombre, y su hijo de 8 años, estaban en sus camas cuando un helicóptero acribilló su casa, hiriendo a ambos.

– un hombre llamado Jacquelin Oliver fue muerto en su cama cuando las balas perforaron las paredes. Deja a su esposa y a un niño de 3 años.

– “los extranjeros llegaron disparando durante horas sin interrupción y mataron a 10 personas,” según el residente de Bois Neuf, Johnny Claircidor, citado por Reuters. “Vinieron a aterrorizar a la población,” dijo la residente de Cité Soleil Rose Martel a Reuters, refiriéndose a los soldados de la ONU y a la policía. “No creo que hayan matado realmente a algún bandido, a menos que nos consideren a todos como bandidos.”

– La Agence Haitienne de Presse (AHP) dijo que “los residentes de Cité Soleil informan sobre daños muy serios a la propiedad y que existe preocupación de que pueda desarrollarse una crítica escasez de agua porque las cisternas y los tubos de agua fueron agujereados por los disparos.”

– “Residentes locales dicen que las víctimas fueron ciudadanos normales cuyo único crimen fue que viven en el vecindario atacado.” (AHP)

Soldados de la ONU impiden que vehículos de la Cruz Roja ayuden a los heridos

Según Pierre Alexis, coordinador de la Cruz Roja Haitiana para Cité Soleil, los soldados de la ONU impidieron que la Cruz Roja Haitiana atendiera a niños heridos durante el ataque. Alexis dijo que numerosos niños sufrieron graves heridas, pero que soldados de la ONU impidieron que los vehículos de la Cruz Roja entraran a Cité Soleil. AHP informó que “residentes se indignaron porque soldados [de la ONU] se negaron a permitir la atención médica... para gente que ellos habían herido.” A pesar de esto, el hospital St. Catherine en Cité Soleil informó que recibió a numerosos heridos.

¿A qué se debe este último ataque contra la gente de Cité Soleil? — Las autoridades de ocupación de la ONU en Haití afirman que forma parte de su lucha contra “bandidos” y “secuestradores”, usando a los 300.000 residentes de Cité Soleil como chivos expiatorios. Sin embargo, es de conocimiento general en todo Port–au–Prince que los secuestradores provienen de todos los sectores, incluyendo a agentes corruptos de la policía y a los ricos. ¿Dirige la ONU ataques militares contra los vecindarios acaudalados donde se sabe que operan los secuestradores? Claro que no.

Una explicación más plausible proviene de los activistas de base en Cité Soleil. Argumentan que se trata de un “castigo” por sus continuas protestas en las que exigen un fin a la ocupación por la ONU, la restauración de la plena democracia, el retorno del presidente Aristide, y la liberación de los prisioneros políticos. Además, la gente de Cité Soleil ha estado protestando enérgicamente contra las elecciones municipales del 3 de diciembre, en la que hubo afirmaciones generalizadas de fraude y en las que se impidió que se votara en muchos vecindarios populares.

Sólo hace poco, el 16 de diciembre, la gente de Cité Soleil encabezó una masiva protesta en todo Port–au–Prince marcando el aniversario de la primera elección de Jean–Bertrand Aristide como presidente en 1990. [Se manifestaron a pesar de los disparos de la ONU contra el distrito en la noche antes, lo que fue considerado generalmente como un intento de la ONU de intimidar a la población la víspera de la marcha.] En la semana después de la marcha, las tensiones siguieron aumentando, culminando en el ataque del 22 de diciembre de las fuerzas de la ONU bajo comando brasileño

¡Ya basta! ¡Únanse a nosotros en la denuncia de los continuos ataques terroristas de la ONU contra el pueblo haitiano!

Ahora es el momento para que en USA y en todo el mundo aumentemos nuestros esfuerzos solidarios con el pueblo de Haití. Hay que poner al día, expandir e intensificar nuestras protestas, llamados y cartas. ¡Exigid un fin a los repetidos y brutales ataques de la ONU contra esta comunidad sitiada!

Escribid correos o fax al funcionario de la ONU mencionado. Que sean breves.

Denunciad el masivo ataque con armas pesadas contra los ciudadanos de Cité Soleil de las fuerzas de ocupación de la ONU el 22 de diciembre de 2006.

Exigid reparaciones para las víctimas y sus familias.

Exigid el enjuiciamiento de los funcionarios, comandantes y soldados de la ONU responsables por esta última atrocidad de la ONU en Haití.

A: Edmond Mulet
Representante Especial de la ONU en Haití
mulet@un.org
Fax 011–509–244–3512

A: Thierry Fagart
Jefe de Derechos Humanos de la ONU en Haití
fagart@un.org
Fax 011–509–244–9366

A: Louise Arbour
Alta Comisionada para Derechos Humanos de la ONU
ngochr@ohchr.org
Fax 011–41–22–917–9011

Aunque ésto sólo ocurre para ojos interesados.

El velo se corre. La realidad luce todo su brillo pero no enceguece. Todo ahora, es claro, clarito.

El artículo en referencia fue publicado en español por Aporrea.org.

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