El espacio actual.En las décadas de 1980 y 1990, la estrategia neoliberal buscó privatizar todo lo público, con la idea de crear estructuras más pequeñas y eficientes en los estados nacionales.
Los entornos académicos en Venezuela, a pesar de que no llegaron a ser privatizados, no se salvaron de entrar en esta onda de la eficiencia, la excelencia, el autofinanciamiento, la autogestión y otros valores del esquema neoliberal.
Como consecuencia de esas políticas y acompañadas por la debacle económica de aquellos años y la consiguiente crisis en todo el sistema educativo, las Universidades públicas de Venezuela se convirtieron en centros de estudios que acogieron, cada vez más, a una porción de la población ubicada en las minorías del país, compuestas por los estratos altos de la escala socioeconómica. Algo que muchos, en su momento, describimos como una simple y casi natural, continuación de la preparatoria privada a la universidad.
Finalizado este período encontramos en Venezuela universidades cuya composición profesoral y estudiantil, es mayoritariamente de élite. Son universidades que han sido acusadas, en reiteradas ocasiones, de
"estar de espaldas al país".
La oposición política nacional no ha estado ajena a estos espacios y ha encontrado allí, en las antiguamente izquierdistas universidades públicas, el caldo de cultivo perfecto para sus nuevas masas. Y más allá, convirtieron algunos de sus espacios en verdaderas trincheras políticas a favor del neoliberalismo.
El espacio que se busca.El gobierno, ahora con mucha más razón, pues ha consolidado una diversidad de izquierdas en la Asamblea Nacional, ha buscado espacios para entrar en sintonía con los sectores menos radicales de la oposición política. Estos espacios existen en todos los ámbitos; con algunos, como con el sector de los empresarios de la construcción, ha logrado entablar el diálogo y establecer metas y estrategias en común, sin embargo otros sectores han resultado ser esquivos.
Es claro que el gobierno espera recuperar estos importantes espacios e integrarlos, de la manera mas proactiva posible, en el plan de desarrollo nacional.
Honor a quien honor merece.Si bien los universitarios, durante los últimos tres años, no han recibido las homologaciones que su contrato colectivo les otorga y que bien merecen, hecho que esta creando gran descontento en este momento, han de poner en la balanza el hecho de que durante la
Administración Chávez, el sector universitario ha sido objeto del reconocimiento de causas que ya se asumían como perdidas. El gobierno hizo un gran esfuerzo al reconocer y pagar las deudas contraídas con el sector por las administraciones anteriores. Deudas que los universitarios daban, de hecho, por perdidas. El gobierno además adelanta una política de pagos de prestaciones sociales que ha puesto al día las cuentas pendientes con los jubilados hasta diciembre de 2001 y probablemente durante el 2006 lo haga con los jubilados desde el 2002 al 2004. Es posible que no se haga más rápido aún para no afectar variables de la economía nacional, como la inflación.
Las cosas en perspectiva.El sector universitario debe reconocer además, pues sin duda tiene capacidad de análisis, que el país sufrió un tremendo golpe económico, a raíz del proceso desestabilizador que sufrió hace sólo 2 años y que retrazó muchas de estas políticas de ajustes y cuentas claras, que ya estaban en marcha. Cualquier grupo dentro del sector universitario, que pretenda sentarse a negociar tendrá que reconocer el contexto en el que el gobierno ha mostrado avances en la administración de los recursos asignados a las universidades nacionales en los años posteriores a esa crisis.
Mi crítica.Tal vez estoy equivocado, pero cuando no hay razones para acusar a alguien, el diálogo puede construirse a través de la negociación de espacios, propios y comunes.
Las izquierdas universitarias, si quieren posicionarse en los espacios que antiguamente ocuparon en la universidades, tendrán que entender que ahora, en esos espacios, no son mayoría. Su esperanza debe ubicarse en la transformación paulatina de esos espacios, mediante la reinclusión de los sectores populares dentro de las universidades. Esta oportunidad existe pues éstas han ampliado o más bien sincerado, su capacidad de cupos a los estudiantes.
Si bien es cierto que las universidades públicas nacionales, están llamadas moralmente a trabajar por el porvenir del país, una retórica encendida contra los valores liberales no funciona en estos espacios pues ataca directamente a los valores de los miembros actuales de ese colectivo. Por el contrario un discurso de centro-izquierda, en este momento inexistente en el argot político nacional
por no resultar poíticamente correcto, es el leguaje común para el diálogo intrauniversitario e interinstitucional pues posee los valores comunes que se desean negociar.
Las comunidades universitarias, no deben ser demonizadas por sus posturas políticas. Aquellos liberales extremistas, que muchos ubicamos en el liderazgo de la oposición, se controlaran a si mismos en estos espacios académicos, justamente porque no suelen encontrar resonancia allí, o al menos en mi opinión, no la encontrarán mientras el diálogo constructivo con sectores del gobierno y del estado sea viable. La
Administración Chávez debe evaluar y renovar esfuerzos para lograr ese diálogo.
El objetivo.¿Porqué es necesaria una negociación entre partes? Pienso que las
Universidades, no sólo conforman los espacios a ser rescatados por la izquierda, sino que se presentan como el espacio natural y lógico para el diálogo político, para la diversidad de ideas y posturas. Y digo rescatar en el sentido de
recuperar presencia pues para mí las universidades no deben ser trincheras. Para mi son o deberían ser
, suelo neutral. Es así,
el espacio deseable.
Tal vez es hora de dar un paso atrás para seguir avanzando.
Las imágenes son de las Facultades de Ingeniería de la UCV y ULA, respectivamente.